En su infatigable afán por cambiar el orden natural de las cosas Chávez esgrime ahora el concepto de Soberanía Nacional para tratar de justificar sus agresiones a la Libertad de Expresión y al no permitir que RCTV mantuviera su señal abierta, y al confiscar sus equipos de transmisión.
Si bien es cierto que Soberanía, según el Diccionario de la Lengua Española, es: "Autoridad suprema del poder público", esa autoridad está principalmente circunscrita al ámbito nacional y debe servir para proteger a la población y al territorio de un país, pero de acuerdo a las reglas establecidas por la Constitución nacional y los tratados internacionales subscritos por Venezuela y que tienen carácter supraconstitucional (por encima de la Constitución).
La primera equivocación de Chávez es pensar que él es El Soberano. El pueblo es El Soberano que decidió elegirlo como su legítimo Presidente (según las cifras suministradas por un CNE mayoritariamente chavista).
A Chávez no le parece intromisión en los asuntos internos de Venezuela las permanentes intervenciones del régimen cubano o de Daniel Ortega, presidente de Nicaragua en actos de proselitismo político. Le encanta que gente como Fidel le indique el rumbo que debe seguir Venezuela en su ámbito político, económico y militar, y que le hagan coro países donde las libertades no son precisamente sus principales atributos.
Le disgusta y le parecen intervencionistas e intromisorias las opiniones de países de comprobada tradición democrática sobre materia de interés para nuestra región o el que manifieste su preocupación por el enorme deterioro social, moral y económico que muestra Venezuela durante este mandato.
Los derechos de Hugo Chávez y de sus seguidores terminan donde comienzan los derechos de los demás ciudadanos. Lo que Chávez llama Soberanía no es otra cosa que pensar que el mundo gira en torno de él. Eso, mis amigos, el Presidente debería llamarlo: "Soberbia mía".
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