jueves, 4 de febrero de 2010

Mentira descarada

Asombra la simpleza de argumentos en el debate del nuevo cierre de RCTV. El Gobierno señala que RCTV no se ha adaptado a la ley, y el canal se defiende diciendo que la ley es retroactiva. Esto es lo que llega a la opinión pública, con lo cual se ha perdido el núcleo central del asunto. Incluso, hay quienes culpan al canal por no adaptarse y seguir operando bajo el control gubernamental.

Pero la almendra del conflicto es que el Gobierno se ha metido nuevamente en los espacios más íntimos de los venezolanos, esta vez para controlarnos un servicio privado (y pago) que consumimos en la privacidad de nuestros hogares. El verdadero problema es que el Gobierno no puede regular los contenidos de la televisión por suscripción, pues eso sería el equivalente a controlar las páginas web que visitamos; la música que escuchamos en MP3; o las películas que compramos o alquilamos en VHS o DVD. No hay ley que pueda pasar por encima de nuestro derecho a la libertad de expresión e intimidad personal.

El Estado es el administrador del espectro radioeléctrico, lo que ha servido para justificar la severa y confusa regulación en la televisión abierta; pero ese argumento no sirve para la televisión por suscripción, ya que ésta no utiliza el espectro. Se trata de una programación a la carta, la cual puede ser escogida y controlada por el adulto suscriptor. La decisión es del consumidor, de acuerdo a sus gustos y posibilidades.

La excusa barata y falaz que se utiliza en el Decreto que fusila la televisión por suscripción es la protección de los niños. Con este argumento se diseñó un mecanismo para evitar que los canales nacionales de televisión por suscripción puedan subsistir. Le molesta al Gobierno la libertad, la posibilidad de no encadenar la programación a los caprichos de un déspota, y la crítica política. Además, el socialismo no puede tolerar que RCTV tenga más rating que la basura de los canales (abiertos) oficiales.

Nos mienten cuando dicen que es para proteger a nuestros niños, pues con la absurda normativa no se regulan los contenidos de los canales extranjeros. Al punto que cualquier suscriptor puede ver películas pornográficas a las 10 de la mañana, mas no un beso de una novela criolla de RCTV a las 9 de la noche. Se olvida, además, que la televisión por suscripción permite que los padres controlen el contenido de la programación, con tan solo pulsar un botón.

Esta regulación absurda está condenada al fracaso, pero habrá que encargarse de que paguen su culpa los que caprichosamente sacrifican nuestra libertad para satisfacer sus venganzas personales.

Rafael J. Chavero Gazdik
El Universal
rchavero@hotmail.com

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